martes, 1 de febreiro de 2011

granada

Ya sabeis que he pasado un año en la Granada, o como la llaman allí, Graná. De mi instancia allí puedo contar mil cosas, pero hoy hablaré de la ciudad. Más bien hablaré de la ciudad como yo la recuerdo. No en vano ya casi ha pasado una década, y en diez años las ciudades cambian, y la memoria truca los recuerdos.
Yo vivia en la Calle Real de Cartuja a unos minutos de Puerta Elvira (foto).  Bajaba hasta allí para traspasarla. Desde allí iba a la plaza donde estaba el Cebollas Palas. El Cebollas Palas era un bar, más bien garito o antro donde destacaban fotos de famosos como Miguel Ríos o Karina cuando eran jovencísimos, donde te ofrecían unos litros de tinto de verano que te ibas a beber en reunión con los amigos en la plaza (del que no recuerdo el nombre) hasta que la Ley del Botellón ese año nos fué fastidiando el invento. Desde esta puerta también se accedía a la calle del mismo nombre, Calle de Elvira. Era una calle que se recorría hasta la Plaza Nueva. Una calle que me gustaba caminar, con casas bajas y blancas, unas con negocios pequeños y familiares, otras con pubs ya que era zona de marcha y otras directamente abandonadas. 
Recorriendo dicha calle en esa dirección hacia la izquierda se sitúa el barrio del Albaicín. Puedes coger cualquier calle y ponerte a callejear cuesta arriba y cuesta abajo por sus calles con cantos rodados, muy falsos cuando llueve (dos esguinces sufridos lo pueden atestiguar) entre casa blancas pequeñitas al lado de grandes cármenes (casa típica de Graná). Pero es casi al final de Calle de Elvira, donde a la izquierda puedes subir por una de sus calles más famosas, la calle de las teterías, de la que realmente nunca he sabido su nombre real. Esa calle se distingue por sus teterías árabes, donde descubrí el té paquistaní con leche, uno de los que personalmente más me gustaba y sus dulces típicos. En esa calles había, y supongo que sigue habiendo, también tiendas de recuerdos (léase tiendas de souvenires) donde podás encontrar de todo para decoración de estilo árabe y cachimbas por doquier.
Subiendo por esa calle, y siguiendo callejeando y callejeando cuesta arriba siempre, solías llegar al Mirador de San Nicolás (foto) donde puedes admirar la majestuosidad de La Alhambra. Ese mirador, sencillamente es mágico. No solo porque todos los turístas se acerca para sacar la foto perfecta, sino por el ambiente que tiene tanto de día como de noche. Siempre gente, siempre la señora vendiendo castañuelas y aprendiendo a los guiris como se tocan, siempre hippies vendiendo sus artesanías, alguien tocando la guitarra, o el bongo, o el acordeón, alguien dibujando, alguien haciendo malabarismo, alguien bebiendo cerveza, alguien fumando sustancias ilegales, alguien ...
Pero sigamos en Calle de Elvira, que si la seguimos hasta el final, aparecerá la Plaza Nueva (foto antigua). Cuando aquel año comenzó la primavera solía ir allí comprarme un helado y comérmelo sentada en un banco o siguiendo una caminata por la Carrera del Darro o también llamado Paseo de los Tristes. Es un paseo que se recorre por un margen del Río Darro. Hacia un lado casas grandes ya de otra época, que no son blancas sino de piedra, al otro el sonido del río amortiguado por la gente, mayoría turistas. Si te asomabas al muro podía distinguir patos y otros animales y desgraciadamente también suciedad, si alzabas la vista, podías ver como al otro margen del río se encontraba la colina donde se alzaba La Alhambra.
Volvamos a la Plaza Nueva desde donde accedías al barrio de Realejo, y por la Cuesta de Gomérez te podía adentrar ya en la zona de La Alhambra, donde yo normalmente accedía por la Puerta de la Justicia las dos veces que fuí a visitarla. ¿Qué contar de La Alhambra? Decir que es magnífica es poco. No existen adjetivos calificativos que puedan describirla acertadamente. Lo que sí voy a contar es que realicé un visita nocturna que organizaban por los Jardines del Generalife. Recuerdo que fue en el mes de abril, cuando la primavera está en todo su esplendor. Al ser visitas en pequeñitos grupos y el guía tuvo la consideración de no hablar, el  grupo íbamos en casi perfecto silencio, por lo que podías detectar el rumor de la brisa en medio de la ramas y  el del agua de las fuentes, y todo el olor o las mezcla de olores que te penetraba por la nariz, y todo eso con una luz tenue y un cielo despejado donde se podía divisar la luna llena que le tocaba por fase. Era otro mundo, como su viajaras a través del tiempo a la época donde los árabes aún la habitaban.
Ya en otra zona de la ciudad se encuentra la judería al lado de la Catedral. Lo que voy a decir ahora va herir el orgullo de los granaínos, pero la Catedral me ha defraudado. Lo que más me ha decepcionado fue su emplazamiento, entre calles, sin plazas a su alrededor desde donde poder contemplar alejada las fachadas completas. En el barrio donde está ubicado, hay minicallejuelas donde pasar era toda una odisea debido a la gran cantidad de turistas que se solía acumular para hacer sus compras en las tiendecitas de recuerdos. Otra cosa típica de esa zona, son las gitanas ofreciéndote una ramita de romero para la buena fortuna, que con perdón, si educadamente la rechazabas se ponían pesadas, pero "mú pesás". De esa zona también destacar la Plaza Birrambla, no solía ir, pero en ella hay unos puestecitos de flores muy bonitos.
Podía hablar más de Graná, de la Plaza de Triunfo, de la Calle Colón, de Mesones (donde están la tiendas de Inditex), y como no, del Parque de Federico García Lorca, digno de visitar, preferentemente en primavera.
Ahora una cosa os digo para terminar, lo mejor de Graná eran sus tapas. Eso de poder comer y cenar a precio de un par de consumiciones, no se paga ni con la mastercard.

1 pensamientos externos:

Unknown dixo...

esta semana he ido a Sevilla, preciosa, por lo q cuentas de :Graná casi son iguales en los nombres de sus plazas, de sus calles en general,¡q hermoso legado nos han dejado los árabes!, q se conserve así muchos años

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