mércores, 5 de xaneiro de 2011

un verano

La estancia más larga en la que yo estuve ingresada en un hospital ha sido todo un verano. Fue cuando sufrí el absceso cerebral. Después de la intervención para su extirpación y el post-operatorio en la UVI, del que no recuerdo absolutamente nada, tuve que quedarme ocho semanas más para recibir tratamiento.
Fue un gran verano. Conocí muchas niñas y niños de los que apenas recuerdo cuatro matices de cada uno. Lo que recuerdo siempre con una gran sonrisa de ese verano son las carreras a lo largo del pasillo de la planta con nuestr@s novi@s. ¿Qué que son los novi@s? Pues los palos-sujeta-sueros -nunca supen como se llamaban- con ruedines que servían para que no perdieramos la vía por donde nos medicaban. Esos palos-sujeta-sueros llegaba a ser tu mejor amigo, o como decíamos nosotras y nosotros, nuestr@s novi@s. Lo que más apreciabamos de un buen novi@ era que tuviese unos ruedines perfectamente engrasadas. Como estaban numerados y por la noche nos lo sacaban (el suero se sujetaba en en palo-sujeta-sueros de la cama), implorábamos a nuestras madres que fueran las primeras en buscar el nº 2, sino el 6, sino el ... . No sé el resto de las madres, pero la mía no me hacía mucho caso, ella iba, los iba probando y el mejor que anduviese se lo agenciaba. Claro que mi madre era de las primerísimas que se despertaba e iba hacia el rincón donde descansaban nuestr@s novi@s.
De ese verano también recuerdo mucho la Tv. Se alquilaban pequeñas televisiones por semana, y mi madre alquilaba una. Fue el verano que en la sobremesa (creo) apareció David Hasselhoff con sus pantalones vaqueros ceñidísimos y su coche fantástico que hablaba, conducía solo y para colmo podías llamar por el reloj. Ese verano los niños nos pasamos llamando a Kitt por nuestros relojes. Luego vinieron la moto fantástica (véase el Halcón Callejero) e el helicóptero fantástico (véase Trueno Azul).
También fue el verano de las maquinitas. ¿Que qué son las maquinitas? Pues las antecesoras de las Gameboys pero con un solo juego. Parece ser que las maquinitas eran juguetes para niños (grrrrrr), pero yo insistí e insistí, así que mi madre no le quedó más remedio que ir a comprarme una. Recuerdo que era el gato Sylvestre cazando ratones para su hijito. Esta maquinita tiene otra historia. Recuerdo que un chico con nombre de emperador romano, que venía de cuando en cuando a recibir su medicación. Era un chico alto, supongo que de unos 14 o 15 años. En su estancia de un día tenía que estar en la cama (la medicación lo debilitaba mucho) y poca cosa podía hacer, así que le dejaba mi maquinita. Recuerdo que aquel muchacho, con sus dedos índice y corazón de su mano libre -la otra estaba con el suero- jugaba con una asombrosa habilidad, ¡me destrozaba todos mis récords!, que lo confieso, luego se los borraba.
No sé si fue un verano caluroso. Fue el verano donde le riñeron a una niña por visitar a un chico con leucemia de étnia gitana. El verano donde algunos no teníamos pelo. El verano donde muchos se iban y unos pocos nos seguíamos quedando. El verano de la entrañable enfermera Socorro. El verano de la chica que siempre le faltaba un cromo de su colección de los Osos Amorosos. El verano donde al final no pude hacer mi primera comunión. El verano donde mis hermanos no estuvieron con su madre. El verano de 1986.

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